jueves, 8 de mayo de 2014

PÁNICO EN EL BAÑO

Antes de empezar querría disculparme, no solo por el alto contenido escatológico del título, sino por todo aquello mal sonante que pueda aparecer en esta entrada.

Confieso que me he dejado llevar y, salvo excesos innecesarios, no he pasado por la censura mis palabras.

Vamos allá:

Si mi trasero tuviese una nacionalidad distinta a la española no cabe duda de que sería la británica. De mi culo se podrán decir mil cosas malas, e incluso algunas buenas, pero nunca jamás, nadie, podrá decir que es impuntual, ya que cada mañana, a la misma hora, acudo a mi cita con el señor Roca.

Hay tres elementos claves que se confabulan para garantizar que cada día, en torno a las 11:15, un servidor se siente en el trono y resuelva. Uno. El breaking dance…. Dos. El cruzaito…. Tres. El Michael Jackson… 

No en serio 

Como os comentaba, hay tres elementos clave:

1.-  UN COLA CAO CALENTITO EN AYUNAS, antes incluso de la tostada. Pura magia.

2.- ACTIVIDAD FISICA. Al ir a la oficina, ya sea andando o en bicicleta, me garantizo de diez a veinte minutos de movimiento.

3.- EL CAFÉ DE EBRO, que a falta de pruebas científicas, y basándome en conjeturas personales debe estar hecho al menos de kiwi, activia de pera, micralax, colorante marrón y saborizante de café. Esto sí que es pura magia.

Existe otra circunstancia, pero esta tiene que ver más con lo psicológico que con lo fisiológico: EL BAÑO DE MINUSVALIDOS, siempre limpio como una patena. 

La combinación de estos elementos me permiten ser fiel como un pingüino emperador (que para quien no lo sepan no cambian nunca de pingüina) y cumplir cada día a la hora señalada con mi costumbre evacuatoria.

Pero nada es eterno.

De un tiempo a esta parte ha surgido un elemento distorsionador de la deposición: Menganito..

Menganito es un chaval con síndrome de Down que lleva ya unos meses trabajando en Ebro. Un fenómeno. Muy organizado, responsable y el más simpático de la oficina. Desde hace un mes Menganito viene todo los días de la semana, antes solo venía dos o tres. Entra a las once y sale a la una (un tío con suerte). Menganito tiene tareas de todo tipo. Revisa facturas, organiza los curriculum, se encarga de la intendencia de cosas como el papel de las fotocopiadoras, el papel y el jabón del baño, tarea esta que realiza nada más llegar, entre las 11:00 y las 11:15 …

Problema. Y de los gordos.

Cuando el bueno de Menganito va a entrar en un baño suele llamar primero a la puerta por si hay alguien. Si nadie responde abre y pregunta de viva voz: “¿hay alguien?”.

Aclarar que el baño de minusválidos tiene un retrete en una habitación que está dentro del propio baño; y que la puerta principal, desde donde Menganito pregunta si hay alguien, está a escaso metro y medio del despacho de mi jefe, de la mesa de mi compañera y de la escalera que comunica con la tercera planta… Desde esa posición tan estratégica como inoportuna, y todavía con la puerta del baño abierta, Menganito observó el lunes pasado que la puerta que da acceso al retrete donde yo me encontraba estaba cerrada con pestillo.

Mientras, dentro, habiéndole escuchado dos veces preguntar “¿hay alguien?”, y sin haber respondido me encontraba yo, totalmente ajeno a la tragedia que se mascaba. Y es que previamente Menganito había pasado por delante de mi mesa, no me había visto, y había hilado…

De repente, un sonoro: “¿!Joaquíiiiiiiiiin¡?” me puso en alerta. En ese momento toda la inocencia con la que se presume actúa el bueno de Menganito no habría sido impedimento para matarlo cruel y lentamente….  El tío prosiguió: “¿Joaquíiiiiiiiiin? ¿Joaquíiii-iiiii -iiinnnnnnn?” 

Ahí estaba yo, que aún ni había depuesto… más tenso que Marco en “Sorpresa, sorpresa”. Durante varios segundos permanecí inmóvil, callado…. parecía el francotirador de “Tras la línea enemiga”.

Una vez más: “¿Jo-a-quí-iiiiiiiiin?. Él sabía que estaba ahí, y yo que la puerta estaba abierta… la retransmisión en estéreo de la escena para Javier (mi jefe), Carmen (mi compañera) y todo el que pusiera un poco el oído era ineludible. La tensión fue subiendo y yo estaba ya más nerviosos que un pavo escuchando una pandereta…

Ante el temor de un nuevo “¿Jo-a-quí-iiiiiiiiin? me vi obligado a responder: “Está ocupado Menganito”. A lo que este contestó: “Ah vale”.

Uffff! Pensé para mis adentros. Parecía que todo había pasado, y entonces se produjo un silencio extraño, como cuando los niños pequeños trastean y enredan, un silencio preocupante. Después de tanta tensión yo ya no sabía si la puerta estaba cerrada o abierta, si Menganito estaba en el baño o fuera. El silencio se vio interrumpido por dos golpes en la puerta que me separaba del resto del baño. Tras los golpes un  contundente: “¡¡Joaquin!!” atravesó la puerta. Tardé una eternidad en responder, y tragando saliva, como quien confiesa una verdad inconfesable dije….. “¿Si?, Menganito”. 

La puerta debería parecerle de plomo porque el muy canalla no dudo en subir la voz todo lo que le permitieron sus cuerdas vocales para decir: “Vaya peste tío, ¿eh?. Estas hecho un guarro. Cagón”

Reconozco, y no oculto, que lo habría aniquilado con alevosía y ensañamiento.

Humillado, avergonzado y con la dignidad por los suelos todavía me quedaba pasar por el amargo trance de plantar mi pino. Si, tal como suena, era mentira que oliese mal… aún no había depuesto, y de hecho finalmente no depuse. Supongo que las circunstancias me lo impidieron. 

Al salir la cara de Carmen era un poema… de un rojo fresa que solo he visto en las piruletas de corazón… La carcajada fue mayúscula, y mi apocamiento más grande que la carcajada.

Ahora todo ha cambiado… desde el lunes voy al baño con miedo, he intentado cambiar mi rutina pero mi aparato digestivo sigue en sus trece y no concibe deponer ni media hora antes, ni media hora después, razón por la que me duele la tripa.

Después de lo ocurrido solo quiero olvidar y aprovechar este blog para lanzar un mensaje al mundo, un mensaje de esperanza:  


NADIE, EN NINGÚN LUGAR DEL MUNDO, DEBERÍA CAGAR CON MIEDO